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lunes, 18 de diciembre de 2017

Manifestación popular


        Ayer, domingo 17 de diciembre, una manifestación recorrió la avenida de Cádiz hasta la plaza del Ayuntamiento. Una manifestación popular, pues había sido convocada por 182 colectivos sociales. Una protesta de la sociedad civil. Tal vez por eso hubo menos banderas, a diferencia de cuando convocan los partidos y sindicatos.
El objetivo era denunciar el tremendo problema del PARO en nuestra provincia: “Por el empleo, contra la precariedad laboral y por la igualdad profesional de género”. Según la última EPA, las provincias de Córdoba (30.2) y Cádiz (27.61) son las de mayor paro en España cuya media es de 16,38.
        Siendo tan real el problema y tan digna la causa, ¿cómo es posible que apenas se manifestaran 2.000 personas? Fue una reflexión que se hizo gran parte de los participantes (personas en paro, extrabajadores de Delphi, colectivos feministas, pensionistas…). Le preguntaron a un pensionista ‘qué pintaba allí si él ya estaba jubilado’: - “Estoy aquí porque también los pensionistas estamos siendo marginados. Y estoy aquí porque estoy vivo y tengo derecho a defender la vida y los medios de vida para todo el mundo, incluidos mis hijos y mis nietos”.  La gente lo pensaba: ¿Cómo es posible que la población marginada por las Administraciones Públicas se resigne sin más a seguir en este abandono? La asistencia media anual al estadio Ramón de Carranza es de 12.990 personas por partido.
        Las cámaras detectaron la ausencia de representantes políticos y sindicales. Algunos gritos les delataron: “Dónde están, no se ven, el PSOE y el PP”, “Dónde están, no se ven, Comisiones y UGT”. En el grupo de Puerto Real, uno de los más numerosos, se encontraban varios miembros del equipo de gobierno, no así del partido socialista o del grupo andalucista (ese día los andalucistas estaban más preocupados por la ‘idoneidad del lugar para el aparcamiento de caravanas’ en Puerto Real). Quizás los políticos se temían las proclamas, como así fue, contra el Gobierno central y la Junta de Andalucía, como principales responsables de la situación.
        Como es habitual hubo consignas, más o menos graciosas: “Contra el paro: lucha obrera”, “Igual trabajo, igual salario”, “El capitalismo es terrorismo”, “Roban y roban y vuelven a robar, Rajoy en la Moncloa lo vamos a desahuciar”… 
        El manifiesto final, leído por tres mujeres, repasó los problemas laborales  de la provincia e invitó a la esperanza, ‘una provincia donde hay una vida rica, hermosa e imparable’: “Cádiz está agotada de esperar el final y se rebela pacíficamente porque no acepta ni un día más ser rincón del abandono… No queremos que nadie nos venga a solucionar el desastre que dejaron. No necesitamos expertos mundiales que nos cuenten lo obvio, aunque estamos abiertos a todo aquel que venga con soluciones reales. Tenemos los recursos humanos y naturales para salir adelante…”. Recordó las ‘123 propuestas de empleo  para la comarca de Cádiz’ de estos colectivos y que no atendieron los partidos políticos mayoritarios en el Parlamento Andaluz y en el Congreso. Recordó la propuesta alternativa de Las Aletas. Y se preguntaba: “¿Qué más podemos hacer la sociedad civil gaditana para que le dediquen un poco de atención a los problemas que acucian a decenas de miles de jóvenes y familias?”.
        Llamaba la atención un  cartelón, colgado a la espalda de un manifestante, reclamando el cumplimiento del artículo 35 de la Constitución: “Todos los españoles tienen el deber de trabajar y el derecho al trabajo…y a una remuneración suficiente para satisfacer sus necesidades y las de su familia, sin que en ningún caso pueda hacerse discriminación por razón de sexo”. Efectivamente, por qué será que esta Constitución tan ‘sagrada’ e incuestionable, que está por encima de todos (personas, organizaciones e instituciones), es tan rígida e intocable en parte de su articulado (sobre la Monarquía, el funcionamiento de las Cámaras, del Poder Judicial,…) y a la vez tan endeble y vulnerable en lo referente a los derechos ciudadanos (educación, sanidad, vivienda, trabajo…).




jueves, 7 de diciembre de 2017

Navidad moderna


Puerto Real se prepara para disfrutar las fiestas navideñas. Las personas mayores dicen que antes la Navidad era muy distinta. En realidad, la Navidad ha cambiado en todas partes del mundo.

Cuentan tantas cosas de la Navidad moderna. Dicen, por ejemplo, que se puede hablar del Niño de Belén, pero un Belén imaginario que nada tiene que ver con Cisjordania o la Palestina invadida por Israel. Que se puede hablar de los Reyes Magos guiados por una estrella, pero no de un territorio prohibido y cercado con un inmenso muro que impide el paso. Que se puede hablar de ángeles y pastorcillos, pero no de las familias y niños que viven actualmente en la miseria dentro de la franja de Gaza. 
La Navidad moderna es como una fiesta de ficción, un producto de la fantasía.
Pero no pasa nada. Nadie trabaja mejor la publicidad y la imaginación en el mundo que los Grandes Almacenes. Ellos se encargan de obnubilarnos y deslumbrar con luminarias, guirnaldas y villancicos a los animosos consumidores. Y todo el mundo contento. Una Navidad convertida en la Gran Fiesta del Consumo envuelto en besos, abrazos, comidas, brindis, regalos  y felicitaciones. ¡Una maravilla!

Cuentan también que la Navidad es una Gran Feria de puertas abiertas. Todo el mundo puede divertirse, pequeños, jóvenes y mayores. Todos caben, creyentes, paganos y ateos, con tal que les guste la parranda y tengan dinero para gastar.
Cada personaje tiene su guión: El Niño Jesús, los Reyes Magos, Santa Claus, Papa Noel... Así vistan con túnicas suntuosas o ataviados con los colores de la coca cola.
Dicen que es una Feria, donde quienes más tienen más derrochan y quienes carecen de medios se conforman asomándose a la puerta, o gastando más de lo que pueden.
Disfrutan los grandes almacenes y se contentan los pequeños comercios: Es la época del año en la que más se vende y se consume.
Cantan y beben los peces en el río y dicen que la Nochebuena adquiere un tinte familiar, aunque no sea precisamente una noche de paz y amor.
Y la gente sonríe y saluda con su eslogan preferido: ¡Feliz Navidad y Próspero año nuevo!

En su Libro de los abrazos,  E. Galeano cuenta también un micro-relato titulado Nochebuena.
Fernando Silva dirige el hospital de niños, en Managua.
En vísperas de Navidad, se quedó trabajando hasta muy tarde. Ya estaban sonando los cohetes, y empezaban los fuegos artificiales a iluminar el cielo, cuando Fernando decidió marcharse. En su casa lo esperaban para festejar.
Hizo una última recorrida por las salas, viendo si todo quedaba en orden, y en eso estaba cuando sintió que unos pasos lo seguían. Unos pasos de algodón: se volvió y descubrió que uno de los enfermitos le andaba detrás. En la penumbra, lo reconoció. Era un niño que estaba solo. Fernando reconoció su cara ya marcada por la muerte y esos ojos que pedían disculpas o quizá pedía permiso.
Fernando se acercó y el niño lo rozó con la mano:
Decile a… –susurró el niño–. Decile a alguien, que yo estoy aquí.