Puerto Real se
prepara para disfrutar las fiestas navideñas. Las personas mayores dicen que antes la
Navidad era muy distinta. En realidad, la Navidad ha cambiado en todas partes
del mundo.
Cuentan tantas cosas de la Navidad moderna. Dicen, por ejemplo, que se puede hablar del Niño de Belén, pero un
Belén imaginario que nada tiene que ver con Cisjordania o la Palestina invadida
por Israel. Que se puede hablar de los Reyes Magos guiados por una estrella, pero
no de un territorio prohibido y cercado con un inmenso muro que impide el paso.
Que se puede hablar de ángeles y pastorcillos, pero no de las familias y niños
que viven actualmente en la miseria dentro de la franja de Gaza.
La Navidad moderna es como una fiesta de ficción, un producto de la fantasía.
Pero no pasa nada. Nadie trabaja mejor la publicidad y la imaginación en el mundo que los Grandes Almacenes. Ellos se encargan de obnubilarnos y deslumbrar con luminarias,
guirnaldas y villancicos a los animosos consumidores. Y todo el mundo contento.
Una Navidad convertida en la Gran Fiesta del Consumo envuelto en besos,
abrazos, comidas, brindis, regalos y
felicitaciones. ¡Una maravilla!
Cuentan también que la Navidad es una Gran Feria de puertas abiertas. Todo
el mundo puede divertirse, pequeños,
jóvenes y mayores. Todos caben, creyentes, paganos y ateos, con tal que les guste la
parranda y tengan dinero para gastar.
Cada personaje tiene su guión: El Niño Jesús, los Reyes Magos, Santa Claus, Papa Noel... Así vistan con túnicas suntuosas
o ataviados con los colores de la coca cola.
Dicen que es una Feria,
donde quienes más tienen más derrochan y quienes carecen de medios se conforman
asomándose a la puerta, o gastando más de lo que pueden.
Disfrutan los grandes almacenes
y se contentan los pequeños comercios: Es la época del año en la que más se
vende y se consume.
Cantan y beben los peces en el
río y dicen que la Nochebuena adquiere un tinte familiar, aunque no sea precisamente
una noche de paz y amor.
Y la gente sonríe y saluda con su eslogan preferido: ¡Feliz Navidad y Próspero año nuevo!
En su Libro de los abrazos, E.
Galeano cuenta también un micro-relato titulado Nochebuena.
Fernando Silva dirige el
hospital de niños, en Managua.
En vísperas de Navidad, se
quedó trabajando hasta muy tarde. Ya estaban sonando los cohetes, y empezaban
los fuegos artificiales a iluminar el cielo, cuando Fernando decidió marcharse.
En su casa lo esperaban para festejar.
Hizo una última recorrida por
las salas, viendo si todo quedaba en orden, y en eso estaba cuando sintió que
unos pasos lo seguían. Unos pasos de algodón: se volvió y descubrió que uno de
los enfermitos le andaba detrás. En la penumbra, lo reconoció. Era un niño que
estaba solo. Fernando reconoció su cara ya marcada por la muerte y esos ojos
que pedían disculpas o quizá pedía permiso.
Fernando se acercó y el niño
lo rozó con la mano:
– Decile a… –susurró el niño–. Decile
a alguien, que yo estoy aquí.
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