Recién salía el portavoz socialista, Carlos
Salguero, denunciando la “hipocresía y la
actitud de Adelante Puerto Real”. Los socialistas “no comprenden cómo una formación que ha estado de vacaciones cuatro
años de gobierno tenga el valor de dar lecciones”. Al señor Salguero se le
calentó la boca y, refiriéndose al gobierno anterior, añadió: “Dejaron pasar la primera adjudicación de
los fondos EDUSI alegando falta de tiempo tras sus vacaciones, lo que supuso
una pérdida de 15 millones de euros para invertir en nuestra ciudad”. (Puertorealhoy
31/julio)
Al
día siguiente quedó aclarado que no era
cierto el dato de la pérdida de 15 millones para la ciudad. Pero la
cuestión es a qué se debió esa reacción nerviosa del portavoz del grupo
socialista. El tema iba de las vacaciones de los concejales. Desde el grupo Adelante Puerto Real se había puesto en
duda la conveniencia y derecho de
tomarse vacaciones varios miembros del nuevo gobierno municipal que apenas
llevan algo más de un mes en activo.
Nervios aparte, Sr. Salguero, la cuestión es sencilla: ¿Están o no están de vacaciones varios
miembros del gobierno municipal? ¿Tienen derecho a esas vacaciones? ¿A cuántos
días, según la legislación vigente? ¿O ellos no se rigen por las mismas leyes
que el resto de los obreros y el devengo establecido?
Alguien comenta, con cierta ironía, sobre el nerviosismo
del Sr. Salguero: “Tal vez por su
costumbre de portar la cruz de guía en las procesiones tiene tendencia a ver
demonios por todas partes y acosadores hipócritas dando aleccionamientos. Ya
aprenderá con el tiempo y verá que mentir y echar mierda para fuera nunca sirve
para justificar la propia”.
Mientras tanto la ciudadanía vive su vida y mira de reojo: ¿Por qué será que los políticos, en vez de opinar sobre un tema, siempre hacen comentarios partidistas? ¿Por qué tienen tanto miedo y hablan a la defensiva? ¿Por qué para explicar su postura sobre cualquier asunto tienen necesidad de atacar y desprestigiar a los otros adversarios políticos? ¿Por qué la mentira se ha convertido en un arma tan recurrente para quien ejerce un puesto político? ¿Por qué las contradicciones propias pretenden justificarlas con acusaciones a terceros? (¿Se atrevería hoy la Sra. Amaya a escucharse en el debate de Tele Puerto Real el 24/mayo o en Radio Cádiz el 9/mayo hablando de los pactos que ‘nunca haría’…?)
Mientras tanto la ciudadanía vive su vida y mira de reojo: ¿Por qué será que los políticos, en vez de opinar sobre un tema, siempre hacen comentarios partidistas? ¿Por qué tienen tanto miedo y hablan a la defensiva? ¿Por qué para explicar su postura sobre cualquier asunto tienen necesidad de atacar y desprestigiar a los otros adversarios políticos? ¿Por qué la mentira se ha convertido en un arma tan recurrente para quien ejerce un puesto político? ¿Por qué las contradicciones propias pretenden justificarlas con acusaciones a terceros? (¿Se atrevería hoy la Sra. Amaya a escucharse en el debate de Tele Puerto Real el 24/mayo o en Radio Cádiz el 9/mayo hablando de los pactos que ‘nunca haría’…?)
¿Por qué los políticos son tan aficionados a confundir a
la opinión pública para esconder sus propias limitaciones o vergüenzas? ¿Por
qué se les sube el cargo a la cabeza y adoptan esos aires prepotentes…?
¿Y por qué volvemos a votarles, a pesar de que cada vez generan
más desconfianza…? ¿Tal vez por eso se dice que ‘la gente es buena’ y aguanta
carros y carretas…?.
La actualidad política y
social, a todos los niveles, evoca con frecuencia aquella frase de Confucio: “Cuando alguien pone el dedo en la
llaga, sólo los necios piensan que lo importante es el dedo”.
PUERTO REAL camina
Efectivamente, sr. Tabasco, el relato político es priorizado y ha superado a las coherentes ideologías. Y está siendo usado como como habitual herramienta política. Lo malo es que este relato suele estar bien alimentado de mentiras, ocultaciones, cinismo, contradicciones, revanchismo y prepotencia. Contravalores y no valores. Ello favorece la confusión y la maligna crispación, que siempre divide más que suma el necesario pacto político que demanda la ciudadanía. Y lo malo es que, esos negativos valores, se proyecta hacia la sociedad y hacia nuestros jóvenes.
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