Sentados frente a la Cachucha, unos jóvenes
buscaban en Google el significado de la palabra ‘confinamiento’. No ha sido ésa la
única enseñanza del coronavirus Covid-19.
Enseña
también a los Reyes, gobernantes y líderes políticos que este virus sí es IGUAL
PARA TODOS y no como la justicia.
Enseña
a las jerarquías e instituciones religiosas que la salud es más SAGRADA que las
liturgias, las imágenes y besapiés, las procesiones, el agua bendita, las
prácticas sacramentales…
Enseña a
los ricos que sin atención médica de calidad para todos también ellos están en
peligro. Y que pagar impuestos para contar con una buena sanidad pública es la MEJOR
INVERSIÓN.
Enseña
que, no sólo el medio ambiente y las clases humildes son vulnerables, también
nuestra esfera privada es vulnerable y para combatirlo hemos de CAMBIAR DE VIDA:
confinamiento en casa, responsabilidad colectiva y atención a los más débiles.
Enseña
a los medios de comunicación que NO ES MÁS CREÍBLE el que más miedo alimenta,
ni más mentiras impone como verdades absolutas, ni más manipula por servir
intereses bastardos.
Enseña
al mundo financiero que también es vulnerable y su “dios Dinero” también es
LIMITADO y tiembla ante fenómenos desconocidos que no puede controlar al
instante.
Enseña
que es una pandemia grave, pero que hay otras pandemias mucho
más graves y mortales (ébola, tuberculosis, hepatitis C,…) que pasan DESAPERCIBIDAS
porque matan en países empobrecidos o lejanos, que no pueden ni comprar las
vacunas que ya existen.
El coronavirus
pone en evidencia los valores de la globalización neoliberal que TODO LO MIDE
por pérdidas y ganancias económicas. En
un principio, la gravedad de este virus se fue incrementando directamente
proporcional a los perjuicios económicos, más que a los daños de salud.
El
virus evidencia nuestro MIEDO GLOBAL, nuestra tendencia a la histeria insolidaria
que nos hace acumular víveres como en tiempos de guerra y arrasar con todo el
papel higiénico del mercado.
El
coronavirus regala otras muchas LECCIONES, paradojas y avisos:
- En un
mundo militarizado, que invierte miles de millones en armamento, faltan
hospitales especializados y medios suficientes para hacer frente a un bichito.
Estamos preparados para una invasión militar que no va a suceder, pero no lo
estamos para una contaminación que ya sucede.
- En tiempos
de brotes de ideologías discriminatorias, un virus nos hace experimentar que,
en un cerrar de ojos, podemos convertirnos en los discriminados, a los que no
se les permite cruzar la frontera y que transmiten enfermedades.
- En
una sociedad que se basa en la productividad y el consumo, en la que todos vamos
con prisas, de repente se nos impone un parón forzado. Quietecitos, en casa,
día tras día, sin saber muy bien cómo valorar y usar nuestro tiempo sin un fin
específico.
- En
una época en la que la crianza de los hijos, por razones mayores, se delega a otras
personas e instituciones, un virus obliga a cerrar escuelas, nos fuerza a
buscar soluciones alternativas y nos obliga a volver a ser familia. (*)
- En
una dimensión en la que las relaciones interpersonales y la comunicación se
realizan virtualmente, este virus tampoco permite la cercanía real (los abrazos
y los besos), pero remueve las conciencias y provoca lluvias de aplausos agradecidos desde los balcones.
- En una fase social en la que pensar en uno mismo se ha vuelto la norma, este virus nos manda un mensaje claro: la única manera de salir de ésta es hacer piña, el sentimiento de pertenencia a un colectivo. Eso es la corresponsabilidad: sentir que de tus acciones depende la suerte de los que te rodean, y que tú dependes de ellos.
- En una fase social en la que pensar en uno mismo se ha vuelto la norma, este virus nos manda un mensaje claro: la única manera de salir de ésta es hacer piña, el sentimiento de pertenencia a un colectivo. Eso es la corresponsabilidad: sentir que de tus acciones depende la suerte de los que te rodean, y que tú dependes de ellos.
(*) (Refer. texto en redes
atribuido al psicólogo F. Morelli)
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