Nos resultó muy llamativa su descripción,
tal vez algo escueta, pero digna de reflexión.
Puerto
Real es un pueblo que le encanta divertir y divertirse, nos dijo. Y, además, con el
aire a favor, al estar motivado todo el año por multitud de fiestas: Navidades,
Reyes, carnavales, Semana Santa, comuniones y bodas, cumpleaños, Feria, playas,
festivales, concursos de peñas, salidas al campo, viajes…
Da la impresión
de que en este pueblo todo se celebra con gran entusiasmo, aún rozando
los límites del poder adquisitivo de muchas familias.
Lógicamente,
un Gobierno Local, que quiera congraciarse en general con este tipo de población,
potenciará sus políticas por los cauces festivos y de imagen, que llamará “interés
por el bienestar de Puerto Real”. Y para ello va a contar, por supuesto, con
la colaboración fiel, segura y definitiva de los colectivos interesados:
los comerciantes, las peñas, las asociaciones carnavaleras y festivas, las
hermandades y cofradías, los clubes deportivos, o cualquier otro tipo de colectivo
folclórico.
Usarán
la argumentación común de siempre, tan recurrente como peligrosa: “la
recuperación y el fomento de nuestras tradiciones populares”. No tanto
el impulso del nivel cultural y de civismo de la población, ni siquiera el
discernimiento de esas llamadas ‘tradiciones’.
No
es de extrañar que el Ayuntamiento reúna a todos esos colectivos en el
Teatro Principal y lo considere públicamente como acto del principal órgano de
participación municipal.
En
esa misma línea, al Gobierno local corresponde cuidar todo lo posible la imagen del
municipio y su adecentamiento: que la ciudad parezca limpia al menos en sus
zonas más céntricas, las rotondas de entrada ornamentadas, las vías de circunvalación
engalanadas con plantas, etc. Y desde esa perspectiva lanzará sus mensajes:
“Puerto Real, mejorando día a día”. Tal vez este Ayuntamiento piensa,
como alguna gente, que una imagen vale más que cien problemas. Y si acaso
se produce algún disgusto o contrariedad es, en buena lógica, cuando los
gamberros roban las flores, o dañan las macetas y objetos ornamentales, o
rompen los columpios y parques de los niños. No parece reaccionar con igual
vigor el gobierno ante un fuego en la Dehesa de las Yeguas, o si aparece el
segundo muerto en un año por intoxicación de drogas en el polígono del Río San
Pedro.
Por supuesto
que este tipo de políticas populistas no es exclusivo de Puerto Real. Hace
muchos siglos que el poeta Juvenal criticaba a los gobernantes romanos sus
políticas de “pan y circo”, en referencia a los emperadores que,
para distraer y amansar a la población y, a la vez, conseguir sus votos, les repartían
trigo gratis y les organizaban funciones circenses y de entretenimiento. En
Rusia se llamó ”pan y espectáculo”. En España lo definieron en los
siglos XIX y XX como “pan y toros” o “pan y fútbol”. Al parecer,
son medidas muy usuales y recurrentes para los gobernantes.
De alguna
manera estas políticas populistas suelen compensarse en otros terrenos con buenos
DESEOS: deseos de mucha carga de trabajo en Astilleros, deseos de que no se
lleven la facultad de Educación a Cádiz, deseos de que todos los trenes paren
en nuestra Estación, deseos de que los techos de uralita aún existentes en los
colegios no contaminen a los niños, deseos de que no sigan disminuyendo las
plazas sanitarias en los centros de salud ni las camas disponibles en el hospital,
deseos de que todo el mundo tenga una vivienda, deseos de un feliz y próspero
año nuevo,… DESEOS, MUCHOS DESEOS, ¿Y eso es todo…?.
Bueno,
digamos que se trata de una lectura personal sobre Puerto Real, tan respetable
como otras. A las personas presentes nos pareció interesante.
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