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sábado, 29 de julio de 2017

Paseando por el pueblo

Sus alumnos no lo olvidan. La profesora Teresa siempre les decía: “El mejor sitio para mirar y entender la vida de un pueblo es desde la gente, desde la gente pobre que siempre es la inmensa mayoría en cada pueblo”.
De mayores lo entendieron mejor. Comprobaron que la televisión y los medios sirven las noticias ya filtradas e interpretadas. La publicidad te ofrece y vende los productos con engañifas. Las redes sociales funcionan como cajas de resonancia y de impresiones. Los partidos, políticos y gobernantes, enfrascados en sus permanentes y eternas campañas electorales y luchas de poder, siempre intentan retorcer nuestras miradas hacia sus exclusivos focos de interés.
Efectivamente, doña Teresa les dio la clave para interpretar la vida de la manera más acertada.

“Puerto Real es mi pueblo y es un pueblo”, comentó José Luis, que pasa unos días de vacaciones por aquí. Goza en este ambiente tan familiar. Explica cómo en este pueblo, aunque tenga más de 40.000 habitantes, todo el mundo parece conocerse. La gente se saluda y conversa. Los caminantes de las 8 de la mañana por el paseo se dan los buenos días; a la hora de la compra en la plaza, la gente se para, se pregunta por la familia; es difícil tomarse una cervecita en solitario, se invitan, se bromea, se ríe. En este pueblo se ríe mucho. Eso es muy bonito. Las terrazas de los bares se ponen a reventar, aunque tal vez no se apliquen las ordenanzas municipales de respeto al espacio debido para los viandantes.
Y  el disfrute de La Cachucha, desde la mañana hasta la noche. No se sabe quiénes se divierten más, si los niños, los jóvenes, o las personas mayores. No es una playa al uso, es un espacio lúdico, de encuentro, en la que la gente se reúne en corros y  pasan horas jugando o conversando dentro y fuera del agua. Una playita que procuran mantener adecentada cada día, bien temprano, unas brigadas de limpieza. Lamentablemente también en nuestro pueblo existen otras brigadas de suciedad, gentes descuidadas que dejan la mugre en cualquier parte, porque desde niños no aprendieron a respetar lo público.

Como es natural, se habló de muchos temas. Se hizo alusión al excelente clima durante el mes de julio, la mayoría de los días con viento de poniente. En contra de aquellos agoreros, que presagiaban todo un verano de levantera. Bueno, al menos se equivocaron con el mes de julio.
Se comentó largamente un tema preocupante que ha sobrevenido en nuestras costas cercanas: Se ha batido el record de llegada de pateras, de rescates y de personas ahogadas en aguas del Estrecho.
Llegan a Almería, a Málaga, a Motril, a Algeciras, a Tarifa, a las playas de Bolonia, a Barbate,… hombres, mujeres, niños (con o sin familia)... El problema resulta cercano.
De aquí hasta sus países podemos viajar tranquilamente en avión por unos cuantos euros. De allá para acá tienen que hacerlo en pateras, pagando un dineral, y sin garantías de llegar y no acabar tragados por el mar. Hay todo tipo de visados para Europa, pero no hay “visados para refugiados“, ni para migrantes pobres, ellos no pueden ejercer su derecho, no pueden salir de forma segura de su país.
¡Qué memoria más cortita tenemos!, decía una mujer mayor. Se refería a los cientos de miles de personas españolas que huyeron en tiempos de nuestra guerra civil, hace apenas unos años. Salieron como pudieron, por la frontera de Francia, o en barcos desde el Levante,… hacia Europa, México, Argentina, Venezuela, Colombia, Cuba, Argelia, Marruecos…
Y después, ¿cuántos millones de hombres y mujeres han tenido que emigrar de España a trabajar fuera obligados por la necesidad…? ¡Se nos ha olvidado…! Cuando nos tocó a nosotros hablábamos de derechos, ahora no hay derechos para los que vienen de África, o huyen de Siria…
Mary Robinson, Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, sostenía el libro que recoge el articulado de los Derechos Humanos mientras decía: “Éste es el libro más traducido del mundo y el menos aplicado”. 

El caso es que disfrutamos del paseo por el pueblo, conversando en el frescor de la noche.




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